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Ocho razones para solicitar la corrección de un texto

Ocho razones para solicitar la corrección de un texto

1.- Soñar con escribir una obra de arte:

Todos los escritos, incluso los ya publicados, son por lo general obras inconclusas. Siempre pueden ser perfeccionadas, hasta nunca acabar. No obstante, las personas que escriben pueden soñar con que su texto más sencillo, instrumental y rutinario resulte bien hecho. Que cumpla con todos los estándares de nuestro idioma, del buen escribir. Que sea una pequeña obra de arte. Es también un deber con el lector, un homenaje a él.

Escribir es uno de los actos más solitarios que existe. Pero hoy, como nunca antes, quien escribe tiene a su disposición inmediata el más grande y rico menú de ayudas: diccionarios comunes y de sinónimos, gramáticas, corrector ortográfico y manuales de estilo, todos digitales y en línea.

En muchos casos, todas estas herramientas son insuficientes. Los textos no dejan contentos a los autores. Sienten que algo o mucho les falta para ser idóneos, claros, concisos, estéticamente aceptables, bellos. Es entonces cuando el corrector de estilo surge como el mejor aliado para alcanzar esta meta.

2.- Evitar la ambigüedad o un mensaje equivocado:

Un buen escrito se caracteriza por entregar un mensaje claro y directo; sin lugar a dudas, a diversas interpretaciones. Una coma, un punto y coma o un punto y seguido le pueden cambiar el sentido a una oración, a un párrafo, a todo un texto. Por esto, a la hora de redactar es importante conocer y aplicar correctamente los signos de puntuación, para convertirlos en aliados y aprovechar todos sus aportes. Si la persona que redacta no los conoce muy bien o no los maneja adecuadamente, antes de enviarlo al (a los) lector (es) final (es), debe entregar el escrito a una persona que sí los conoce y domina, es decir, un corrector, para que lo corrija con base en las normas de la gramática y del buen uso del idioma.

De esta manera, el autor, sea un investigador académico, un funcionario público o un empleado bancario, por ejemplo, evita enviarle al (los) lector (es) un mensaje equivocado.

3.- No envíe un mensaje confuso:

En no pocas ocasiones encontramos textos que emplean óptimamente los signos de puntuación, pero que presentan deficiencias en las concordancias de género y número, en la conjugación de los tiempos verbales y en el orden lógico, entre otros aspectos.

Sin embargo, los problemas de un escrito no se limitan al uso del idioma, sino que también comprenden la estructura u organización interna. Por la desestructuración o ausencia de una clara y lógica columna vertebral, muchos escritos resultan deshilvanados, inconexos y dispersos, lo que los hace inviables y fallidos: una pérdida de tiempo para al autor y para los lectores.

Un corrector de estilo competente resuelve todo este barullo de la falta de coherencia interna.

4.- El autor posee un bajo nivel de lectura:

Existe una indisoluble asociación entre la lectura y la escritura. Una persona que posee el hábito de la lectura, tiene muchas más posibilidades de escribir un texto correctamente, que la que no lo tiene. La lectura provee al lector habitual de un bagaje, de un acervo del idioma, que a la hora de escribir surge incontenible para ponerse al servicio de la buena escritura. Mientras que el lector ocasional o instrumental vive momentos difíciles a la hora de escribir el texto más breve e informal o al momento de redactar el informe más riguroso. Desconoce las normas del lenguaje escrito. Lo usa a tientas. Al final malogra sus buenas intenciones.

Ante un escrito marcado por el lenguaje oral y la improvisación, un corrector de estilo actúa como un bálsamo.

5.- Se rompe con una tradición:

Hasta mediados del siglo pasado se decía con propiedad que Colombia era un país de gramáticos y poetas. Muchos de sus cultores –sobre todo en el siglo XIX- también se destacaron como presidentes de la república, ministros y demás personajes del poder público. Por la presencia y actividad pública de estos hombres, por las tertulias que protagonizaban y por otros valores artísticos y culturales de Bogotá, en esos tiempos la ciudad era considerada La Atenas suramericana.

Esas dos distinciones se han perdido tal vez para siempre. En contra han jugado las deficiencias de la educación en las áreas de la comunicación oral y escrita, y la irrupción de los medios masivos de comunicación, entre otros múltiples factores.

El colombiano promedio no honra ya la noble tradición de pertenecer a un país de gramáticos. No cuida el idioma, no se preocupa por aprenderlo con propiedad, en fin, escribe mal. Solo basta leer los correos electrónicos y sus deplorables participaciones en cuanto chat hay en las web colombianas.

Como un representante de ese viejo y buen país, el corrector de textos o de estilo, sin pretenderlo, juega como un vigía de esa loable tradición nacional, como un faro del idioma.

6.- El corrector ortográfico de Word no es suficiente

Muchas de las carencias y deficiencias nombradas anteriormente tienen hoy un salvavidas en el recurso tecnológico del corrector ortográfico incorporado al procesador de texto de los computadores. Sin embargo, esta herramienta es muy limitada, aunque es un deber reconocer que en cada nueva versión de Word aumentan su eficiencia y sus servicios lingüísticos.

Es una ayuda importante para los escribientes de todas las clases, que no en pocas ocasiones sugiere el error. Claro, es una máquina con una memoria robusta que almacena la mayoría de las encrucijadas del idioma, pero no todas. No es omnisciente. A veces se confunde. Por ejemplo, como no ve ni piensa por sí misma, no sabe si usted escribió marques o marqués, círculo o circulo, revólver o revolver. En otras, simplemente, no sabe o no responde.

Para tapar las innumerables goteras que tiene este recurrido corrector ortográfico y para resolver los problemas de sintaxis que no atiende ni resuelve, un corrector de textos es la más indicada tabla de salvación.

7.- Por la elegancia y contra el desaliño:

Un texto mal escrito es como una persona que sale a la calle sin bañarse, mal peinada, sin afeitar, con prendas ajadas y de colorines, y zapatos polvorientos. La más común estampa del desaliño, de la negligencia, de la omisión, del descuido.

Mientras, que uno bien escrito es comparable con una mujer elegante, así no sea bella, de buen gusto y distinción para vestir.

En consecuencia, un corrector de texto se puede asimilar a un modisto de la alta costura que por su formación y oficio puede convertir telas e hilos en obras de arte.

8.- Un texto bien escrito causa una buena impresión:

Cuando alguien con un nivel cultural promedio, es decir, que conoce en un sentido muy general cuándo un texto está bien escrito o no, lee un texto fluido, sin dudas, contradicciones, conciso y sin faltas de ortografía, si no conoce al autor se hará una impresión positiva, grata y valiosa de él.

Cuando sucede lo contrario, el lector se hace una idea negativa, imprecisa y dudosa del autor. Esto puede jugar en contra del objetivo del texto o mensaje, es decir, malograr una venta, el sustento de una tesis, el desarrollo de una ardua investigación, la transmisión de una noticia, el encanto de una historia, la promoción por la web de un producto o un servicio, en fin. El resultado tiene altas posibilidades de ser desastroso, otro caso de comunicación frustrada y de un autor descalificado por desconocer o no utilizar con precisión y habilidad las herramientas del lenguaje escrito.

Por esto en Redactores Profesionales sostenemos que “Escribir bien abre puertas”. Es nuestro lema, nuestra divisa.

Donaldo Donado

donaldo.donado@gmail.com

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